El ataque de pánico o crisis de ansiedad se produce cuando nuestro cuerpo sufre una cantidad de estrés superior a la que puede llegar a soportar. Durante toda nuestra infancia y nuestra adolescencia nos creemos invencibles. Nunca nos ponemos malos, nunca nos rompemos un hueso, nos recuperamos de cualquier cosa en cuestión de días mientras que otros tardan mucho más tiempo en hacerlo y todo eso provoca que no hagamos caso en absoluto a las señales que nos da nuestro cuerpo de que no podemos continuar por este camino.
Imaginemos que hemos pasado todo el día de fiesta, bailando, bebiendo y consumiendo mucha energía, un día, tras otro día y otro día más. El cuerpo está llegando al límite de sus posibilidades y te pide descanso. Sin embargo, cuando nos sentamos en el sofá a mirar la televisión y pasamos prácticamente de 100 a 0 en muy poco tiempo cuando nuestro organismo se siente desconcertado pues no está en absoluto acostumbrado a ese ritmo de vida pues nosotros le hemos impuesto uno mucho más alto.El fenómeno sería parecido al que ocurre cuando estamos en una zona de mucho calor y de pronto salimos de allí y hace un frío muy grande en comparación. Nuestro cuerpo, habituado a otra temperatura, se constipa. Con las emociones pasa lo mismo, un brusco cambio de ritmo en nuestros quéhaceres nos lleva al colapso. Pero mantener el ritmo tan alto, tampoco es la solución.